¿Cuánto tiempo hace que no te paras? No parar por asuntos cotidianos, como por ejemplo, esperar el autobús, o para esperar tu turno en una cola, sino PARAR intencionadamente, deliberadamente. No parar porque las circunstancias lo requieren en ese momento, sino tomar la decisión de PARAR.
En Paradoxo observamos a menudo, en las personas que asisten a nuestro centro de psicología, principalmente cuando es por motivos de ansiedad o estrés que, si incorporasen a sus vidas el hábito saludable de PARAR periódicamente, su malestar mejoraría.
Es probable que, ya sea en la actualidad o en alguna época pasada, te identifiques, o te hayas identificado con la siguiente sensación: Sentir la certeza de que, si decidieses PARAR en un momento dado, o por lo menos “bajar el ritmo” de tu vida, te sentirías mucho mejor; pero al mismo tiempo y a pesar de ser consciente de esto, te sientes como atrapado/a por tus costumbres, horarios, deberes y compromisos tanto personales, como familiares, sociales y laborales. Piensas: “¡Lo sé y me gustaría! ¡Pero no puedo!”.
Desde Paradoxo te decimos: ¡sí puedes!.
Sabemos que hay múltiples factores vitales (la familia o personas que puedas tener a tu cargo, hijos o pareja, si es tu caso, el trabajo, las tareas y obligaciones cotidianas, tu círculo social, etc.) que, efectivamente, pueden condicionar tus posibilidades de PARAR, haciendo esto más fácil o difícil, pero no imposible.
Nadie dice que sea sencillo PARAR en nuestra sociedad actual, de hecho, vivimos personal, laboral y socialmente, a un ritmo vertiginoso en el que todo y todos van muy deprisa, todo son exigencias y rigidez, acompañados de unos parámetros sociales que, supuestamente, hay que cumplir para encajar y sentirse integrado.
Todo esto nos lleva a vivir pisando el acelerador, apurados, con la sensación de que nunca hay tiempo suficiente y, además, en un casi permanente estado de alerta, con las consecuencias que esto tiene a nivel físico y psicológico; es decir, llevamos un estilo de vida que es el caldo de cultivo perfecto para múltiples trastornos psíquicos, como la ansiedad, el estrés o la depresión, así como para los trastornos del sueño.
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo lograr PARAR?
Haciéndolo. Poniéndote a ello.
Pautas para que PARAR se convierta en un hábito saludable
Desde Paradoxo, te proponemos una serie de pautas e indicaciones que te van a ayudar a PARAR, por fin y así beneficiarte de las mejorías que esto va a provocar, no sólo en ti, sino también en tus relaciones y en tu vida:
- Planifica dónde, cómo y cuándo: tal y como decíamos, el ritmo apresurado de vida que llevamos no lo facilita, pero es por eso precisamente por lo que es necesario planificarlo; dónde lo vas a hacer (en tu propia casa y tu pueblo/ciudad, o en otro lugar), cómo (solo/a o acompañado/a; en este caso, de quién/quiénes); cuánto tiempo; unas horas, un día, días) y cuándo (concreta exactamente la fecha/s, poniéndole un comienzo y un final).
- Vete de menos a más: si pretendes comenzar planificando un período de tiempo amplio, puede que te cruces con dificultades a la hora de planificarlo y te abrumes, con la consiguiente frustración y desmotivación. Es mucho más eficaz comenzar por pequeños períodos de tiempo (por ejemplo, unas horas o un día), para que vayas teniendo la oportunidad de ir comprobando progresivamente los beneficios y así ir integrando en tu estilo de vida, de una forma natural, el proceso de PARAR.
- Te recomendamos, sobre todo las primeras veces, que lo hagas tú solo/a, ya que es una manera, por un lado, de cultivar tu autococimento y tu autoestima y por otro, de ir reeducando a las personas de tu entorno en cuanto a este nuevo hábito que vas a incorporar a tu vida.
- Cada vez que pares, opta por alternativas de importante estimulación sensorial y baja estimulación física y material; por ejemplo, mejor un entorno rural o natural que uno urbano, mejor un lugar silencioso que con ruidos, un bonito paisaje, un paseo, un masaje, etc.
- Cuenta con que las primeras veces que pares, experimentarás sentimientos de extrañeza e incluso de culpabilidad. Tan sólo acéptalos y confía en que, cuantas más veces hagas el ejercicio de parar, irán atenuándose hasta desaparecer. Ten en cuenta que vivimos en una sociedad en la que la productividad y el hacer están sobrevalorados; no tenemos cultura “slow”, ni de la contemplación; vivimos pasando por las experiencias, quedándonos tan sólo en la superficie.
- Cuando tengas dudas o tengas la tentación de dejar de hacerlo, recréate en las buenas sensaciones que te aporta: no tener la obligación de hacer nada en concreto, más concentración, más creatividad, mejor humor, relajación, más perspectiva para resolver las cosas, mejor calidad del sueño, etc.
Y lo más importante: el objetivo es que el PARAR se instaure como un hábito más que forma parte de tu vida y no como una obligación. ¿Te animas a parar?