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¿Es bueno poner límites a los niños desde pequeños?

Si te preguntas si es bueno o no poner límites a los niños desde pequeños, la respuesta, claramente, es sí.

¿Desde cuándo?, desde el «minuto cero» y las razones son las siguientes:

Los niños en sus edades más tempranas, no conocen las normas que rigen la sociedad en la que van a tener que vivir, no han adquirido todavía el autocontrol sobre sus emociones, además de no tener conciencia de las consecuencias de cada uno de sus actos. Esto hace que se muevan por impulsos dirigidos a la satisfacción de sus necesidades primarias; no nacen con la capacidad de tolerar la espera y la frustración, por lo que es importante que los padres (o la figura de referencia en cada caso) se encarguen de ejercitarla con su hijo.

Nosotros, como adultos, tenemos que hacernos responsables de ayudarles en dicho aprendizaje, el cual será vital no sólo para darles a conocer el mundo que les rodea y las reglas de éste, sino también para su supervivencia, en el sentido de que facilitará enormemente su futura integración en su entorno familiar y social.

Para lograr lo citado en los puntos anteriores, la mejor herramienta son los límites. El primer y principal responsable de transmitírselos es el adulto que se encarga de la educación del niño. ¿Cómo hacerlo?, teniendo pautas y normas concretas que siempre se anuncian y siempre se cumplen. En el caso de que el niño se resista a cumplir alguna de ellas, hay que anunciarle las consecuencias de no cumplirla y éstas tienen que ejecutarse (por ejemplo: «te quedarás sin…»).

Es de gran importancia el cumplimiento de las consecuencias anunciadas, ya que lo contrario, provocaría incertidumbre en el niño y restaría autoridad a su padre o madre.

Otra buena herramienta es, en ocasiones, ya sea porque tiene que ser así, o porque se hace «a propósito», no concederle aquello que pide de forma inmediata, sino «haciéndole esperar» un tiempo prudencial y posibilitando que aprendan a ganar y perder en los juegos; esto contribuirá a ejercitar su tolerancia a la frustración. Marcar límites también consiste en propiciar que vayan interiorizando el valor de las cosas y que es necesario esforzarse para lograrlas, puesto que, de lo contario, pueden llegar a interpretar los privilegios como obligaciones por parte de los adultos que les rodean. Tener que ganarse los privilegios los irá introduciendo en la cultura del esfuerzo y de la superación personal, lo cual va a desarrollar en ellos la capacidad de disfrute, la motivación y la proactividad (capacidad para anticiparse a los problemas y necesidades futuras, así como de tener iniciativa), lo que trae consigo una autoestima y un autoconcepto sanos.

Los niños no pueden ponerse límites a si mismos, por lo que insistimos, es responsabilidad de sus padres marcárselos. Esto ayudará a que tu hijo llegue a ser un adulto dueño de sus actos y con capacidad de autocontrol, es decir, LIBRE.