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El apego y su impacto en las relaciones

El apego y las relaciones

El apego, es ese vínculo afectivo que se va forjando desde la primera infancia entre el/la niño/a y su madre, padre o figura de referencia.

Este apego es esencial para el buen desarrollo físico y psíquico del menor y además, va a ejercer una gran influencia en el tipo de relaciones interpersonales que el niño va a ir  estableciendo a medida que vaya creciendo y cuando alcance la edad adulta. Es decir, en función del tipo de vínculo creado con la figura de referencia, ese/a niño/a, en el futuro, será un adulto libre, independiente y con salud psíquica, o por el contrario, un adulto dependiente, esclavo en sus relaciones personales y con sufrimiento emocional.

Lo que comienza, principalmente, por la necesidad de satisfacción de las necesidades básicas de supervivencia, va evolucionando y haciéndose cada vez más complejo. Ese alimentarle cuando el bebé tiene hambre, darle de beber cuando tiene sed, cambiarle los pañales o acudir para consolarlo si llora, transmite al niño/a un mensaje de coherencia y predecibilidad en las respuestas del referente; así, el/la niño/a va interiorizando que su figura de apego va a dar respuesta a sus demandas y por lo tanto, va a ir desarrollando tanto confianza en esa relación, como en un entorno seguro.

Estos serán uno de los principales cimientos de su autoestima, su autoconcepto y sobre todo, de su salud emocional, que le permitirá entablar relaciones estables y gratificantes a lo largo de su vida.

apego emocional

Apego físico y emocional ausente

Por el contrario, si la figura de apego está ausente física o emocionalmente, no responde a sus demandas y necesidades o lo hace de una forma inconsistente e impredecible, será altamente probable que ese menor no llegue a desarrollar un vínculo sano, ya que la relación entre niño/a y referente afectivo estará caracterizada por la inestabilidad, la impredecibilidad, la incoherencia, la frustración, etc.

De esta forma, el/la niño/a no va a poder interiorizar una visión del mundo y de las relaciones basada en la confianza, sino que percibirá a los demás y a su entorno como hostiles y ante los que, desde su punto de vista, deberá mantenerse “en guardia”, porque en cualquier momento le pueden fallar.

En este caso, el menor no ha llegado a experimentar la sensación  de incondicionalidad en la relación con sus referentes en la primera infancia y consecuentemente, no la percibe como posible, por lo que sus relaciones interpersonales se caracterizarán por la dependencia, el miedo al abandono, la inseguridad, la ansiedad,…

Pero, a pesar de lo comentado anteriormente, el tipo de apego establecido en la infancia podrá contribuir a facilitar o dificultar tanto las relaciones con los demás, como la salud psíquica, pero por fortuna, no será absolutamente determinante para éstas, ya que es fundamental como ese menor, cuando llega a la edad adulta, interpreta e incorpora a su historia de vida esas relaciones tempranas con su figura de apego, que conclusiones extrae de ellas y en definitiva, que narración se hace a sí mismo y a los demás.

Puede hacer una narración destructiva, que socave su autoestima, le haga sentirse indigno y una víctima, provocándole un gran malestar emocional y dificultando sus relaciones con los demás, o puede viajar mentalmente al lugar y época en la que esas relaciones tempranas tuvieron lugar e interpretar las reacciones y el proceder de su referente de una forma contextualizada. Hacerlo así, le posibilitará hacer una narración de su historia de vida constructiva, incluso positiva, generándole sentimientos de dignidad y la certeza de que tiene la capacidad de superar las adversidades, lo que repercutirá en su autoestima, fortaleciéndola y propiciando que entable relaciones sanas, estables y basadas en la confianza.