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Cómo controlar la ansiedad

Cómo controlar la ansiedad - Paradoxo

La ansiedad, o los síntomas de ésta, son cada vez más comunes. Los profesionales de la psicología, comprobamos como el número de personas que acude a nuestros centros expresando que se sienten ansiosos o angustiados, es cada vez mayor. Algunas de estas personas, identifican con facilidad el posible foco de su angustia, pero otras, no encuentran razón aparente y no saben cómo controlar la ansiedad.

El caso es que los síntomas de angustia o de ansiedad, están interfiriendo y dificultando en gran medida la vida cotidiana y por tanto, el bienestar de muchas personas. En la actualidad, cada vez, se nos exige más; podría decirse que, en general, los seres humanos tienen que tener un comportamiento siempre «correcto» y un alto nivel de rendimiento, no sólo en el área laboral, sino también en la social, la familiar y la afectiva o de pareja.

No debe extrañarnos lo anterior, ya que, desgraciadamente, no es más que el reflejo de una sociedad materialista, centrada en la productividad o en los resultados, acelerada y dominada en gran medida por las nuevas tecnologías, que van adquiriendo cada vez más protagonismo, en detrimento de las personas, quedando así las características humanas relegadas a un segundo plano y todo lo que tenga que ver con ellas también: las emociones, los cambios de humor, las inseguridades, la fatiga física o psíquica, etc… Cada vez más, la sociedad nos demanda que nos comportemos como autómatas y cada vez más, desde la inconsciencia, nosotros lo hacemos.

Llega un momento en que el intentar dar respuesta a todas esas demandas excesivas, irreales y que desbordan nuestra «humanidad», termina por pasarle factura a nuestro cuerpo y a nuestra psique. Nuestro organismo, siempre sabio, nos avisa a su manera de que convendría bajar el ritmo, de que lo estamos «poniendo al límite»; y, ¿cómo lo hace?: a través de síntomas, como pueden ser lo que caracterizan a las crisis de ansiedad: incremento del ritmo cardíaco, dificultades para respirar, sudoración, temblores, sensación de pánico, etc.

Es lógico, por tanto, que la mejor y más rápida solución para que esos síntomas tan incómodos cesen, sea parar o, si esto no es posible, aminorar el ritmo; no sólo el ritmo físico, sino el ritmo de nuestros pensamientos y de nuestra vida en general. Nadie dice que esto sea tarea fácil, por supuesto, ya hay una serie de compromisos (familiares, laborales, etc.) que lo dificultan, pero sí que está en nuestras manos realizar pequeños cambios que contribuyan a instaurar nuevas rutinas en nuestra vida; rutinas que terminarán convirtiéndose en hábitos saludables, en auténtica higiene mental.

¿Cuáles podrían ser algunas de esas rutinas?; por ejemplo:

– Levantarse cada mañana, verbalizando una frase positiva, del tipo: «hoy va a ser/hoy tendré un buen día».

– En cualquier momento del día, aprovechar una pequeña pausa, aunque sea de 10 ó 15 minutos, para hacer algo que nos relaje o nos resulte placentero: leer, escuchar un poco de música, darnos un pequeño masaje (manos, piernas, pies), contemplar un paisaje, etc.

– No responsabilizarnos o cargarnos a nuestras espaldas cosas o asuntos que no nos atañen o que no están en nuestras manos; lo más adecuado, es tratar de resolver/mejorar aquello que depende de nosotros y aceptar o «soltar» lo que no está bajo nuestro control; lo contrario sólo genera frustración, ansiedad e indefensión.

– Adquirir la costumbre de «darle la vuelta» a todos los pensamientos negativos que aparezcan en nuestra mente, convirtiéndolos en positivos, en la medida de lo posible.

– Al final del día, tras concluir nuestras obligaciones y nuestra jornada laboral, buscar un lugar tranquilo, en el que podamos permanecer completamente solos, en silencio y con una luz muy suave o incluso a oscuras; esto nos «desenchufa» y nos ayuda a calmar la mente.

– Cada noche, al irnos a la cama, hacer un repaso mental de lo que hemos hecho o de lo que nos ha sucedido a lo largo del día, centrándonos, únicamente, en las cosas bonitas, agradables o positivas; verás cómo cada día siempre encuentras alguna.

¿Te animas a ponerlo en práctica?