Puede resultar un tópico, pero es cierto que «los tiempos han cambiado» y lo han hecho a diferentes niveles: afectivo, familiar, laboral, social, etc., de manera que podría decirse que el estilo de vida de la humanidad actual, poco o nada tiene que ver con el que tenían nuestros ancestros.
Todo, o casi todo, se ha transformado: el mercado laboral, es cada vez más precario e inestable, generando así grandes angustias y frustraciones; quien no tiene un empleo se siente fatal por ello y quien lo tiene, en muchas ocasiones, se ve en la obligación de afrontar jornadas maratonianas y con excesos de trabajo por miedo a perderlo. Las relaciones familiares y de pareja también han cambiado, en gran parte por lo cambios sufridos por el mercado laboral; es muy complejo formar y mantener una familia si no se tiene un trabajo estable y en el caso de quien lo tiene, es complicado llegar al hogar agotado, tras un duro e intenso día de trabajo y tener la serenidad y paciencia suficiente para ofrecerle a la pareja o a los hijos la comprensión y el calor que éste/estos necesitan. Por otro lado, en lo que respecta a las relaciones sociales, éstas también se han modificado sustancialmente, ya que nuestra sociedad se ha vuelto cada más individualista y además, en gran medida, las nuevas tecnologías propician las actividades de ocio en solitario.
A partir de lo anterior, es fácil llegar a la conclusión de que, en general, la vida de la humanidad del siglo XXI es todo menos tranquila y relajada. Así, no debe extrañarnos que el estrés (junto a la ansiedad y la depresión), sea uno de los grandes males que nos azotan, provocándonos un gran sufrimiento. Pero también es cierto que, el hecho de tener conocimiento de esto, tiene que ser un acicate para centrarnos en la prevención, o si ésta ya no es posible, en el afrontamiento.
Problemas relacionados con el estrés
El estrés, además de generar un gran malestar psicológico, si es elevado y sostenido en el tiempo, puede incrementar las probabilidades de padecer diabetes, diferentes patologías cardíacas, así como el riesgo de tener tensión arterial alta; por ello, es importante que tengamos claras unas cuantas pautas que nos ayuden a prevenirlo, o a reducirlo, si es que ya ha aparecido.
Pautas para combatir el estrés
- La higiene del sueño y la regularidad de los horarios propician la estabilidad física y mental: aunque sabemos que no es fácil, en la medida de lo posible, trata de que tus horarios para levantarte y acostarte y las diferentes comidas diarias, sean aproximadamente a la misma hora; le harás un gran favor a tus biorritmos y tu cuerpo se irá «preparando» para la actividad que corresponda en cada momento.
- Realiza ejercicio moderado habitualmente, ya que permite liberar tensiones, debido a que estimula la secreción de endorfinas; cada persona debe encontrar el ejercicio que mejor se adapte a ella y a sus circunstancias; no sería práctico realizar un deporte que te frustre o te aburra.
- El control de la respiración es esencial para calmarnos, por lo que prácticas como la relajación o la meditación, son muy positivas.
- Las actividades lúdicas, placenteras o divertidas realizadas diariamente nos relajan, alimentan nuestra autoestima, nos proporcionan alegría y motivación; no pienses que esto es complicado; no tienes por qué buscar actividades largas, ni que impliquen desplazamientos, ni gastos, es cuestión de echarle un poco de imaginación. Mientras damos un paseo, podemos ir charlando con otra persona sobre un tema ameno y divertido; puedes llegar a casa de trabajar y darte un masaje de 10 minutos en las manos o en los pies; puedes escuchar música que te guste mientras vas en el coche, etc. Lo fundamental es incorporar estas «mini-píldoras» de felicidad a tu vida cotidiana; resiste el esfuerzo de buscar 10 minutos cada día, durante varios días, para tomarte tu «mini-píldora» y al cabo de muy poco tiempo comprobarás como encuentras esos momentos placenteros sin esfuerzo.
- Es innegable que, muchas veces, no podemos evitar el foco estresor (por ejemplo, si es el puesto de trabajo), pero lo que sí podemos hacer es enfocar esa misma situación de una forma diferente, más llevadera. Se trata de ocuparnos y de resolver aquello que podemos resolver, es decir, que está en nuestras manos; en cuanto a lo que no depende de nosotros, no merece la pena malgastar tiempo, energía y por lo tanto, salud, en darle vueltas. Comienza afrontando y solventando pequeñas cosas, para después ocuparte de asuntos de mayor magnitud, ¿por qué?, porque las cosas pequeñas son fáciles de solucionar y así, progresivamente, irás adquiriendo más seguridad y motivación para poder ocuparte de cosas más complejas. También, por la misma razón, es muy útil que te marques objetivos pequeños y a corto plazo, lo que te irá proporcionando satisfacción personal.
- Resuelve lo que puedas resolver y acepta aquello que no depende de ti; te sorprenderá la nueva visión de los acontecimientos que te aporta el hecho de aceptar una situación o circunstancia; la aceptación dá serenidad y ésta claridad mental, lo cual abre la puerta a nuevas opciones, que probablemente antes no habías contemplado.
Y para terminar, ¡recuerda el valor de la constancia!: las acciones repetidas con regularidad crean rutinas, las rutinas crean hábitos y éstos permiten que actividades que nos costaría muchísimo realizar, precisamente por estar interiorizadas, es decir, incorporadas como un hábito más en nuestras vidas cotidianas, nos resulten fáciles y amenas; así, enfoca las pautas anteriores como un entrenamiento que nos ayudará a saber cómo combatir el estrés y te fortalecerá física y psíquicamente para plantarle cara.